Opinión

CONSIDERACIONES SOBRE LA EUTANASIA

Con gran desazón para los cristianos hemos visto como se ha aprobado recientemente la ley que permite la eutanasia en nuestro país. Y digo para los cristianos porque para nosotros sólo Dios es dueño de nuestra vida, pero hemos de admitir que España ya no es el país católico del que podríamos presumir hace algunos años.

De todos es conocido que eutanasia significa “buena muerte” y eso es algo que todos deseamos, pero hay un matiz diferenciador en la ley aprobada, pues se llega a esta muerte a través de un acto provocado intencionadamente, aunque el fin sea evitar el sufrimiento.

En veterinaria el “matar para que no sufra el animal” sigue siendo casi una norma y este hecho ha sido visto con buenos ojos por parte de mucha gente. Algo, solamente parecido, lo hemos visto también en humanos: “lo que quiero es que no sufra mucho”, “que sea una hora corta”, “para como estaba… era un vegetal” o simplemente “ya no sufre más” y así hablamos del descanso eterno. Y es cierto que en estas insinuaciones no hablamos de quitar la vida, sólo de que el desenlace sea lo mejor posible.

Por otra parte debemos distinguir entre eutanasia activa, que se ajusta a lo definido, y pasiva que es aquella que se practica cuando se suspende el tratamiento, lo que conduce irremediablemente a la muerte, porque su aplicación parece inútil para salvar la vida y sólo serviría para prolongar algo más el tiempo la vida del paciente aunque en muchos casos prolongando su sufrimiento.

A esta eutanasia pasiva se le suele añadir la llamada sedación terminal que consiste en evitar el sufrimiento del enfermo utilizando medicación que le “desconecta” del medio que le rodea aunque, a veces y de forma colateral, pueda acelerar esa muerte que irreversiblemente se iba a producir.

“Si no le va a servir para qué hacer más pruebas, para qué molestarle”. Esta frase que todos los profesionales hemos escuchado en muchas ocasiones de familiares es una forma de eutanasia pasiva. “Póngale algo para que no sufra” es una forma de declinar responsabilidad.

¿Se practica eutanasia pasiva cuando se hace donación de órganos para realizar trasplantes? ¿Y cuándo por respetar la voluntad del paciente se deja de transfundir por motivos religiosos?. Y este tema podría enlazar con otras muchas situaciones que con frecuencia se presentan en la práctica médica diaria: ¿Qué ocurre en muchos casos de abortos?. O simplemente en procesos que conllevan esterilización o relacionados con diversas técnicas de fecundaciones, pues el Papa dice que la “paternidad debe ser responsable”. ¿Cuál es la situación del médico en estos casos?, ¿y la del sacerdote cuando le consultan sobre estos temas?, ¿basta con obrar en conciencia? ...

Nos horroriza la eutanasia, pero matamos en muchas ocasiones sin tener, tal vez, conciencia de ello y con otro tipo de muerte: con la palabra al murmurar de nuestro prójimo, cuando somos cómplices de políticas migratorias que degradan a las personas, cuando no pagamos el salario justo por el trabajo, cuando esclavizamos a los que no tienen para subsistir, cuando permitimos que personas mueran de hambre o de frío en nuestras calles sin un techo que les cobije, cuando no damos el trato correcto a los mayores, … .

Hablar de todo esto precisa de un foro más amplio y de una discusión más a fondo por lo que sólo he pretendido plantear una serie de preguntas que nos muevan en este tiempo de Cuaresma a reflexionar sobre nuestra forma de pensar y actuar en estos temas. Dar una opinión en frío y cuando nos referimos a los demás es relativamente fácil, pero vivirlo o sufrirlo no lo es.

Dr. Francisco M. Acedo Díaz.